“Carlos De los Cobos, si le ganamos a México te hacemos presidente y a los jugadores padres de la patria”, la pancarta que pasearon los aficionados desde la noche del viernes llegó el sábado al estadio Cuscatlán. Allí el culto por la Azul y por el entrenador azteca no tiene límite. O bueno, sí tiene, el que pone el mismo técnico. Rostro adusto, sereno, ademanes reposados, gestos controlados. Solo rompió esa conducta antes del juego y tras los himnos, cuando se fundió en un abrazo con su “brother” Javier “el Vasco” Aguirre, y al final del partido, cuando desbordó toda la emoción que había contenido en el partido. Cuando caminó a la cancha para abrazar a los jugadores, para saludar a “Vietnam”, allí manda más que nadie.
Camisa celeste, no es azul, al menos no azul puro, al menos no el azul de la Azul. Pero la lleva desde el mismo primer partido contra Panamá en octubre de 2006. ¿Cábala? A lo mejor. Ahí comenzó su trajinar. “Tenemos que armar una selección que primero deje de perder, de recibir goleada, hay que ir trabajando poco a poco.” Nadie le creía. Pero de perder y perder, de empatar y empatar y de poco ganar se fue formando el estoicismo. Y fue creyendo y tras él fueron creyendo los jugadores.
Anoche el estadio salió fuera de órbita y en el murmullo hecho alegría, hecho presión, hecho coraje, solo él parecía pensar tranquilamente. Once veces tomó agua, una de ellas con el primer gol salvadoreño. No lo celebró, no gesticuló, dio media vuelta, se agachó, recogió una botella y empinó un trago de agua. A lo mejor quería que el gol atragantado en su garganta bajara suavemente. Dirige a El Salvador pero le anotó a su país: respeto.
Siete veces se acomodó el pelo como para no perder la cabeza, como para tener el control, para permitir que su cerebro intuyera lo que pasaba en el partido. Treinta y siete veces dio indicaciones a los jugadores y en ninguna mostró apuro. Sobre el final sí estaba enérgico, como para que los jugadores apretaran a un rival que ya estaba vencido y que no tenía regreso, la inercia del estadio era un murmullo que podía llegar al cielo.
Y había que celebrar porque el trajinar de la selección y de Carlos De los Cobos ha estado marcado por el abandono y la inoperancia de una federación que no ha sabido ponerse a la par del proceso. Disputas por premios, falta de fogueos, pleitos con la liga. El presidente de esta, Rodrigo Calvo, hasta se inventó una comisión normalizadora para que la FIFA le arreglara lo que él no podía hacer con las ligas, las ADFAS y la federación, y en ese mundo turbulento el técnico parecía protegerse y proteger a los seleccionados con una coraza antidesánimos.
Cuando Julio Martínez marcó el 1-0 parecía que el fútbol le devolvía el premio a la paciencia. Sufrir contra Trinidad, agotarse contra Estados Unidos. Cosas de la vida, la victoria llegaba contra su país y lejos de ponerse eufórico, tomaba agua y daba indicaciones a Ramón Sánchez para no perder el control, el control que tenía México pues pasaba por ser más en el partido. Pero De los Cobos es orden y orden es el equipo, la defensa infranqueable, Marvin crecido, “la Rastra” imponente, Manuel solvente, Pacheco valiente. Allí no había mucho que hacer, México se perdió en tirar la pelota larga, pero presionaba. Y producto de la presión llegó el fatídico penalti. Manos a la cabeza, un dejo de preocupación, una mirada a la grama. Gol de “Temo”. 1-1 y pensar qué hacer.
Rudis por Pacheco y formarse 3-5-2 para buscar el partido. Indicaciones para que se ordenen y una señal para volcarse contra México.
Cuando llega el penalti y el 2-1 el estadio explota en felicidad. La ilusión de la victoria arrastra la alegría, pero lejos del festejo, el azteca mira el banco y pide cambios, es hora de enfriar el partido. Primero Mardoqueo y después Salvador Coreas. El pelo una vez más, otro trago de agua, un grito más fuerte, un gesto más descompuesto y pitazo final.
Ilusión, alegría, festejo. Carlos tuvo su premio y entonces su rostro se descompone y ya no puede guardar la cordura… El mundial está lejos y a lo mejor no se alcance, pero el azteca ha logrado devolver la ilusión… Sufrir y ganar, así es el fútbol… La pancarta tiene más vigencia… De los Cobos para presidente.